27/11/08

206 - Aurelio el limpio





Después de la guerra. Después de los muertos y los tullidos. Saliendo del hambre y la miseria. Con los odios a flor de piel. El odio de los vencedores.

Una aldea perdida en las montañas.

Aurelio.

Malas comunicaciones. Desde la capital más cercana… primero el tren, el lento y traqueteante tren de madera. Luego, el autobús local de nombre tan rimbombante. La Conveniencia. Por fin, media hora andando entre caminos, atajos y veredas, que atravesaban bosques y claros.

Aurelio.

Pocos habitantes salían o entraban en la pequeña aldea. Para acceder a la misma… aquellas andaduras a través del bosque que, refrescantes en verano, te permitían disimular la dureza de la ascensión del camino, pero se tornaban tristes y húmedas en los cortos días del invierno.

Antes de llegar, el tren serpenteaba el río de los furtivos y le devolvía, en algodones de vapor, el agua abajo hurtada. Robles y castaños se vestían de gala en otoño y tapaban, con sus hojas, los cepos de otros furtivos. El autobús dibujaba líneas onduladas cosiendo la montaña, líneas como aquellas que Doña Enriqueta, mandaba dibujar en el pizarrín rajado en las esquinas.

Aurelio.

Lejos, mientras desvencijadas botas protestaban por los guijarros del sendero, humo de leña seca pintaba nubes en el cielo verde por el destello de las altas praderías. Caballos semisalvajes corrían al trote, emulando a aquellos otros que jamás verían en la sábana blanca de luz propia. Besos robados y tiros, en 36 milímetros de celuloide.

Aurelio. De edad imprecisa. Tal vez 58. Tal vez 68. Imposible de calcular.

Paquita, la coja, sacaba el vino verde, recién ordeñado y turbio. Vino arañado a las laderas. Y una ristra de chorizos por ella enhebrada... y una hogaza de pan hecha por la abuela. Corteza dura para afilar cuchillos y roer parsimoniosamente. El viajero ocasional… merendaba. Mientras, oía lo que se contaba.

Aurelio vivía con una familia completa. Un matrimonio con sus cuatro hijos, los abuelos, y aquel hermano deficiente de Paquita, la coja, que ellos decían era subnormal. No sabían que ya no se decía subnormal.

Aurelio y esos nueve no formaban una decena.

Todavía quedaba más, montaña arriba de aquellas humildes casas. Mirando hacia arriba, hacia el reino del buitre, conocían todo lo necesario para organizar el día. Unas primeras nieves solicitaban la revisión del leñero (la leñera decía Aurelio… cuando hablaba, que casi no hablaba)

Nadie sabe cómo llegó a aquella aldea. Ni siquiera su adoptiva familia podía recordar cuándo había entrado en su existencia. Tampoco él lo sabía.

La cuadra

La cuadra era uno de los lugares más importantes de la casa. Allí estaban aquellas nueve vacas. La Amarela, la Parda, la Canela, la África, la Ceniza, la Rubia, la Aurora, la Esmeralda y, por fin, la Margarita. Todas ellas, las nueve, atendían por su nombre y con ellas no era necesaria la aguijada, aquel palo con un clavo en la punta para azuzarlas. ¿Azuzar a esas preciosas vacas con nombres tan evidentes? La África tomó su nombre de una sobrina del abuelo, llamada América, fruto de la emigración. Así era él, que se callaba que la Margarita venía de una antigua novia que tuvo cuando hacía el servicio militar en Melilla.

La cuadra era uno de los lugares más importantes de la casa. De aquellas nueve criaturas, dependía el sustento de otras nueve criaturas, dejadas de la mano de Dios. Allí se ordeñaba, allí se parían los terneros que supondrían un ingreso extraordinario en tan mermada economía. Allí vivían los futuros chorizos y morcillas…

La cuadra era uno de los lugares más importantes de la casa. Allí, en el rincón del fondo, a la derecha, debían dejar su tributo todos los miembros de la familia. No sabían de las comodidades de las ciudades pero, al fin y al cabo, no tenía que salir a hacerlo bajo las inclemencias del tiempo, en los días duros.

La cuadra era uno de los lugares más importantes de la casa. Allí vivía, en esa cuadra, Aurelio. Al fondo. A la izquierda, al lado de la pareja de sonrosados cerdos con fecha fija de caducidad. Sonrosados que no sabían de la función de aquellas ramas secas, de arbustos seleccionados, que pronto habrían de quemar su piel.

Aurelio no hablaba. Por las mañanas, salía de la cuadra y se sentaba frente a la casa en un banco de piedra de granito cara al sol… los días que no llovía. Pronto, la abuela le acercaba un tazón desportillado de sopas de pan sobrante con leche entera, sin colar siquiera. Lo tomaba con calma. Dejaba el tazón y la cuchara de aluminio sobre la piedra y se marchaba. Y si llovía, se sentaba en otro banco de granito bajo la balconada del este, por donde no venía el agua.

Niños harapientos y niñas remendadas, limpios de ropas limpias por el clareo del sol sobre la hierba del río cercano, se encaminaban hacia la escuela. En aquella primera planta, suelo de castaño y grandes grietas que permitían divisar la calefacción animal, proporcionada por otra cuadra, recitaban la tabla del siete, los ríos de España, y las letanías de Nuestra Señora. Aurelio lo sabía y echaba miradas huidizas. Al salir de la escuela, y puntualmente, se asomaban a la gran pradera desde donde podían ver, al otro lado del valle, una ascendente carretera de barro. Iba a pasar el coche de línea y podrían ver algo del polvo que levantaba, oír un lejano ronroneo y, con mucha suerte, el sonido de una aguda bocina. Era un ritual a cumplir todos los jueves, jueves de La Conveniencia.

Tañe la campana. Toque de muerto. Seis. Una mujer. Se supone que Aurelio lo oye desde algún lugar. No. Aurelio no entra en la iglesia. Nadie recuerda haberlo visto nunca allí. Don Jacinto, tan puntilloso él, jamás se atrevió a decirle nada. Él, que jamás permitió que nadie moviera una azada, una pala de pinchos, una carreta de bueyes… en el día del Señor, aunque se perdiera la cosecha por el granizo, la tormenta, el viento huracanado… Él, jamás le dijo nada.

Se decía que Aurelio se perdía en el bosque de hayas, en el gran hayedo del noroeste y que allí hablaba con deidades extrañas. Nadie lo encontró nunca en el bosque. Ni en ningún otro lugar.

No aparecía por el banco de granito hasta después de la hora de comer. Se sentaba y esperaba. Siempre había alguien que le ofrecía una calada de negro tabaco, cuando no… un cigarro completo, liado con los restos de las apuradas colillas. Jamás dijo gracias.

Con la caída de sol y con otro tazón de leche con sopas que le ofrecía la abuela, se retiraba al fondo de la cuadra, no sin antes haber comprobado que todos los miembros de la familia habían pasado por el otro rincón, al fondo a la derecha. Entonces, se tumbaba en su cama, de hierba seca apelmazada por el paso de su historia.

Una bombilla de 25 watios, cuando estaba encendida, alumbraba su existencia. Un ventanuco mínimo, le anunciaba la salida del sol.

Ninguno de los cuatro hijos de aquella familia adoptiva habló con él. Sólo le sonreían. Ninguno de los niños del pueblo habló con él. Sólo le sonreían. Ninguno de los niños se rió de él, ni le tiró una piedra como hacían con otros. Ninguno de los perros del pueblo le ladró (los perros no le olían). Ni los perros de los cazadores, que ocasionalmente paraban en una tienda-bar cercana (no le olían). Tampoco la Guardia Civil hizo pregunta alguna sobre él. Todo el mundo le conocía. Más tarde, todo el mundo supo que no le conocía.

Un día, cuando la abuela salió con el tazón de leche, Aurelio no estaba. Ella dejó el tazón sobre el granito y se fue a hacer mantequilla con la nata recogida, durante varios días, de la leche de las vacas, de las vacas preñadas. Batió y batió. Lavó. Y en un trapo envolvió… Tendría para algunos días. No muchos, que a todos les gustaba en una rebanada de pan con algo de azúcar. Y un poco guardaría para introducir en unas manzanas, a asar pronto.

El tazón tenía la leche ya fría. Unas moscas recorrían el filo de la desportillada taza asomándose curiosas a ambos lados de su precipicio. Una tropilla de niños regresaba de la escuela. Les había hablado de los moros y Don Rodrigo. Y de Viriato. Y de Bellido Dolfos. Y de un Caudillo valiente con un manto de armiño y espada en las manos… Y de que Don Jacinto les esperaba por la tarde para algo del Purgatorio y del Limbo (del Cielo y del Infierno les había hablado el jueves anterior)

Comentó, con su hija, algo acerca de Aurelio. Ambas pensaron que estaría en el hayedo, con las hojas ahora amarillo rojizas contrastando con el intenso verde de tejos y acebos.

Encontraron a Aurelio sobre su cama de paja. Tendido sobre su espalda, con las manos sobre el pecho, sus dedos entrelazados y con los pulgares apuntando hacia sus ojos, ojos que despedían una luz especial. Una sonrisa incipiente que podría adelantar una gran carcajada.

No hubo gran sorpresa. Muchos dijeron que ya era muy mayor. Otros, con misericordia, dijeron que para vivir tal como vivía había tenido mucha suerte yéndose así, en paz (lo que les parecía). Otros más, comenzaron a hacerse preguntas acerca de su origen y su pasado, preguntas para las que no hubo respuesta alguna.

En la casa, sí hubo algo de revuelo. Después de tantos años compartiendo la cuadra, las deyecciones de las vacas y humanas, las moscas y el olor, los dos tazones de leche diarios… se preguntaban si Aurelio era un miembro de la familia.

Sí. Hubo consenso. Lo era.

Los dos hombres de la casa llevaron su cuerpo a la mejor habitación que tenían y lo depositaron sobre la cama que, previamente, habían cubierto con unos cortinajes.

Las dos mujeres de la casa le desnudaron para proceder a arreglarlo un poco y hacerlo más presentable a las visitas de todos los convecinos. La sorpresa fue tremenda.

Desnudo, tal como vino al mundo, observaron su blanca piel, blanca hasta el extremo de emular a las nieves de Guijarrón, el pico que presidía el pueblo. No solamente eso. Después de tantos años viviendo en la cuadra, su cuerpo no olía. Olía a… ¡nada! Los perros no le olían. Ahora lo entendían. Por otra parte, su ropa, andrajosa, estaba absolutamente limpia. Al tratar de peinarlo, su lacia negro azabache cabellera… estaba ¡limpia!, no había liendres o piojos como algunas veces tenían ellas y los niños. Otro tanto pasaba con su larga barba que, ¿quién se la cortaba? Observaban, ahora, que tenía siempre el mismo tamaño.

Aurelio, sobre la cama, estaba separado por una puerta de doble hoja, con cristales translúcidos, del comedor de la casa donde, ahora, estaban muchos convecinos tomando unas viandas y conversando sobre el muerto. Era una conversación simple, ya que todos estaban de común acuerdo en que no sabían nada de él.

Los niños del pueblo habían subido a los aledaños de El Guijarrón, desde donde se podía ver el mar en los días claros. Y ese día, era un día especialmente claro.

Don Jacinto, mandó tañer la campana… con el tañido propio de un hombre.








Podría acontecer, y acontece, que esta historia esté basada en hechos reales.

Las localizaciones pudieran estar en cualquier pueblo de montaña

de Cantabria, Asturias o Galicia.

Es probable que algunos de los personajes todavía vivan



///Post 206 CR 018/081127 - Aurelio el limpio
///fotos: 1/ A los pies de Cucayo - 2/ Subida a Tresviso
///fotos: 3/4 Ventana y Tejado en Cucayo (Todas en Cantabria)
///música: Thomas Newman - Any other name (Cualquier otro nombre)
///English version: Aurelio the Clean

46 "j i r o n e s del c r i s t a l":

alfonso :

<·>
Sí. En lo esencial, todos los personajes existen o han existido. De las localizaciones citadas, las descripciones relativas a Cantabria y Galicia son exactas (no hay granito en Cantabria pero si hayedos)
La música, "Cualquier otro nombre", de American beauty, tiene un título perfecto para Aurelio, que no se llamaba así.
__________
__________

Anónimo :

Buuuu!!!! qué pedazo de fotografía, la primera eh!, preciosa..sin más.

Prue.

Anónimo :

Seres especiales, actos especiales...todos podemos ser así... el hombre sin olor de un alma pura...
Me ha encantado tu narración, contador de cuentos que embriaga con el ritmo de sus palabras...
Modos de vivir auténticos...nos estamos perdiendo una considerable información y enriquecimiento al vivir sobre asfaltos y cementos... hasta el cuchu ye meyor...
Precioso colorido, torcido camino, desvencijada casa, regletas de tejas serpenteantes...me has transportado a esos lugares... vida...
Amor por la vida,esto es lo que me transmites, vivamosla profundamente,con ese alma que entiende...
Un abrazo

William Alexander López :

Interesante entrada Ñoco, me ha gustado leerme a Aurelio y por un momento transportarme a esa aldea perdida en las montañas.

Abrazos

Belén :

Que bien queda el newman en tu texto, en serio!

(Y podría haber sido perfectamente en Aragón)

Besicos

Anónimo :

Agradable historia, para algunos nos resultara mas o menos familiar, hay muchos "Aurelios", los nombres a las vacas, era una costumbre, el tazon son sopas, a dia de hoy sigue y que dure.

Un abrazo

RMS :

Soberbia fotografía la que encabezan mágicas palabras.
Así es, después de todo la vida sale en colores.
Relato mágico, personas, humanos de manos, pies y corazones vivos haciendo eso que nos encanta. De la mano de tu originalidad. Allí estuve con Aurelio, Paquita, los niños, las vacas (la Margarita y África con cariño. En la cuadra, en las montañas... perfumes muchos.
Un abrazo amigo. Que lindo, ¨¡Todo!

PD: mención aparte merece las fotos. Muy buen trabajo.

Unknown :

hola Ñoco! increible texto, ya me parece conocer a Aurelio. Nada más ver la foto no me digas por qué he pensado en Asturias pues el paisaje me recuerda mucho mi paso por las carreteras que unen Cantabria y Asturias por la zona de la costa, luego he leido que debe ser Galicia y bueno como veo solo er ami impresión, je. en cuanto a la historia, pues entreñable y con tal cantidad de detalles que no he dudado ni un minuto que fuera algo real, cuando he leido abajo que estaba basada en hechos reales no me ha extrañado y aún ha cobrado más fuerza ese personaje que indudablemente debio ser un tipo peculiar y especial. En definitiva, extensa historia, cuadro costumbrista perfectamente integrado con las imágenes y emotivo desde al desarrollo hasta el inevitable final. Un placer haberlo leido, de veras. Un saludete!

Carlota :

Un placer leer este estupendo relato basado en hechos reales. Me gustaría ver la sonrisa que tiene ahora Aurelio, donde quiera que esté, de verse plasmado en este texto que de alguna manera le hará vivir más tiempo que muchos de los que jamás le dirigieron la palabra. Un besuco.

DEVA :

Tu historia me ha puesto los pelos de punta,por lo humana y a la vez divina...
Me ha transportado a la niñez,a viejas vivencias que creí malas y ahora llegan a añorarse.
Tremenda historia y tremenda forma de contarla.
Gracias

Castigadora :

Conmovedor es la primera palabra que se me vino a la mente al leer el escrito, siempre bien regado con la música que acompaña a tus textos.

Es una historia fascinante. No se dieron cuenta de su existencia hasta que dejó de existir. Contradicciones y más contradicciones...
Besos

➔ Sill Scaroni :

Si Aurelio vive porque está en tu memoria y de otros ...
Me encanto la Historia.

Un beso.
Sill

➔ Sill Scaroni :

... y la foto es maravillosa. ;)

Anónimo :

Un bosque redondo, nuevo, encorbado bajo el peso de las nubes del dolor, un pueblo que parece un bosque encorbado, una tierra que recuerda el fuego dios creador y destructor. Bajo los pies. Bajo las raíces. Alguien que pasa junto a uno, que es uno, su silencio tu espejo, su ausencia tu presencia. Cambian los vientos, los bosques, los pueblos. Nada es lo que parece, aunque todo es.
Un abrazo.

Romana Lopez :

madre del amorermoso las cosas que cuentas mas raras ñocolebolo.lo de las liendres igual era porque tenia el pelo graso de naturaleza y se le resvalavan.pero no mesplico yo eso de que no oliera si estaba todo el dia rodeado de cagadas de bichos y un poco menos bichos.oyes igual se izo una ducha tipo tarzan bajo una alla.porque si fuera un zonvi esos si que guelen mal.o igual era un anjelico de esos que a veces bajan a la tierra oyes que aberlos los ahi, mira al de autopista asta el cielo.pa mi que era ese.como me gustaria conocer andalucia despues de ver tus fotos.abrazos

titiritera :

es triste que despues de muerto pensaran en el como un ser humano. Igual eso es muy humano, pero no me gusta. Hay seres que atraviesan la vida de puntillas, como Aurelio, y siempre quedara la incognita de quien eran realmente. Besitos

Mixha Zizek :

Hermosa, tierna y excelente retrato de alguien como este personaje Aurelio, que explicas es real? qué sentíeste personaje y que buscaba en la vida? hermoso
increíble historia la suya,
y muy bella contada desde tu entrada, un beso

Gwynette :

Yo he conocido a un Aurelio del Empordán, que en vez de "un tazón desportillado de sopas de pan sobrante con leche entera",tomaba pa amb tomàqiet i secallona.
Son personas extrañas y silenciosas que pasan por la vida como si no hubiesen pasado...y nunca sabremos si tuvieron deseos o pasiones .

Es cierto, esta foto es de concurso..y ganarlo !! :-)

Un besito de fin de semana

VolVoreta :

Ancares, Sierra do Caurel...paisajes con seres que vivieron la vida de Aurelio, niños harapientos, vacas con nombres, camminos lejanos y tortuosos...antaño...hoy, también...mañana, más...
Te dejo un beso.

Anónimo :

Magnificent story of a special human being of whom nobody realized of his presence until he dissapeared. It usually happens.
A delightful photograph. Great post!

HHK

pon :

Algún Aurelio vi de niña por los hayedos de Navarra, y algún otro sentado al sol en la piedra del caserío........de algún Aurelio llevo la sangre......pero se llamaba PapaFernando.

Sureña :

Me has dejado embobada...

Podría acontencer perfectamente que ese Aurelio fueras tú... o que vinieras de Cantabria... o de Asturias... o de Galicia... o de un mundo mejor...

;)

Besicos

PIZARR :

!Que bella historia real Ñoco!

Me hubiera dado igual que al final no dijeras que estaba basada en hechos reales. Para mi lo era, real, absolutamente real, además hasta he visualizado un tiempo, un pueblo, unas vacas con nombre, una cuadra como esa, una familia similar...

Me ha encantado.

He estado un poco ausente como habrás visto... pero ya estoy de nuevo a pleno rendimiento...

Gracias por tus historias, muchas veces reales. Y por esas fotos.

Un beso

Anónimo :

Hermoso, muy hermoso, me parece tu recuerdo a Aurelio, y lo sabes.
Me gusta el Ñoco que nos cuenta relatos, y también lo sabes.
Me gusta el Aurelio "puro" que retratas, y también lo sabes.
No me gustan las despedidas, pero sí los reencuentros.
¡Y también lo sabes!

E, siempre E. :)

Anónimo :

De momento solo he observado, mirado y visto tus maravillosas fotografías. Leer el texto es una deuda...ahora, otras cosas, quizás no tan interesantes me tienen pilladita...pero regresaré...!lo sabes!


un !! lo que quieras

Tesa Medina :

Empiezo por las fotos, preciosas.

Hice un recorrido por las montañas de Cantabria persiguiendo los rastros del tren de vía estrecha y los proyectos de tren que se quedaron ahí, sin más, y he sufrido la incomunicación de esas tierras. Hasta vi pastores que bajaban el monte saltando apoyados en unos largos palos, y esas aldeas con gente como la que describes, lo he visto con mis propios ojos y no tengo cien años.


Tu relato de Aurelio me parece excelente, ñoco. He disfrutado mucho.

Un abrazo,

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) :

Un BESO para Aurelio. Esta entrada me gustó tanto que estuve buscando algo especial como regalo de agradecimiento. Como siempre, ñoco, gracias por tanta sensibilidad. Iría a Santander sólo para conocerle en persona.

semifusa :

¡Saco lleno de besos para ti!
Y sonrisas para Aurelio....

;)

Juan Tamenela :

Me ha gustado mucho esa historia, tu prosa ha sido magistral.
¿De verdad podría estar basada en hechos reales?, ¡qué misterio!

Anónimo :

He regresado y...

Aurelio no olía pero tu escritura si. Huele y suena.
!Cuántos Aurelios habrá?, !cuántos olores invisibles existiran??

no sé, pero Ñoco solo hay uno.

Permíteme que te diga !!!guapo!!! cariñosamente.

Un besote

Anónimo :

Pd: ¿te has encontrado ya?
!tanto lío te has armado??

Paco Becerro :

Me recordó al Sr. Hilario, con su cinturón hecho con la correa de la persiana, que desayunaba el café con pan sopiao en un tazón y cenaba todas las noches huevos con patatas y pimientos, en un pueblo de Toledo.

También me recordaba la casa de la Mortera, un precioso pueblo en las brañas cercanas a Luarca, en el que todas las casas se construyen sobre las cuadras, para aporvechar el calor de los animales, todos con nombre.

Y lo chorizos que hacía Paquín, el primo de mis ex-suegros (¿se puede ser exsuegro?, yo sigo considerandoles suegros...) que viven en el Buslayo también en Asturias...

Todo eso de los textos. En cuanto a las imágenes...Impresionante la primera foto, con esa maravilla de luz.

Una vez más me dejas impresionado.

Como diría alguien... A.S.P.

;) Un abrazo

Mariel Ramírez Barrios :

SIN PALABRAS
UNO DE ESOS TEXTOS HIPERREALISTAS EN LOS QUE ,COMO EN UN JUEGO VIRTUAL
COMES
HUELES
DUERMES
SUBES AL BOSQUE
O BAJAS DE ÈL
Y LO MÀXIMO
AURELIO
QUE DESCRIPTO POR VOS,MI MAGO
ASÍ COMO LO VEO
ERA UN ÀNGEL
Y MIRÀ LO QUE HICISTE
ÈL NO OLÌA
Y AL LEERTE DAN GANAS DE ABRAZARLO
PATRIK SUSKIND INVENTÒ UNO QUE NO OLÌA,GRENOUILLE,Y DABA MIEDO.
TE QUIERO
CAPO
GENIO
MAESTRO.

Ester García :

Qué maravilla.... parace como si estuviera allí mismo, pero a la vez es intangible.
Gracias por hacer surgir estas cosas indescriptibles con tus palabras.

Abrazo...

Kiri :

Sobre las fotos...una maravilla.
Sobre el texto...me lo he impreso porque si yo escribo mucho tú...no te quedas atrás. Aunque lo tuyo es más poético.
Sobre el triciclo...sigo....bss.

eSadElBlOg :

que cruel es a veces la gente, tremenda la "escena" de la discuison acerca de si era de la familia o no. Me ha gustado mucho. Es muy gráfico. Y las fotos son estupendas,

Marina :

A esta hora mía, bruja, imprescindible, lo único que me faltaba y que tú me has dado, era este precioso relato, real y a la vez impreciso, desdibujado, pero hecho a carboncillo, con jirones de piel. Te agradezco el suspiro con el que hoy termino el día.
Un besángano, ya sabes lo que es.

Cuspedepita :

Si hubiéramos vivido la misma vida no podrías haber escrito algo que me sonara más familiar.
Veía la cuadra de mi casa, mis vacas de cuando era niña, las costumbres, el pueblo, y hasta otro "Aurelio" que conocí (el Moreno, le llamabámos), casi tan misterioso como este.
Genial el relato y geniales las fotos de tus blogs.
Ya tienes otra visitante asidua :-))

cuarentaydosymedio :

Descanse en paz Aurelio.

Me he quedado sin palabras Ñoco

Magníficas fotos y precioso relato

Casía :

impactante foto, el paisaje muy parecido al de aquí Asturias,enhorabuena por el texto y esa preciosa foto

renaciendo :

! me impacta la riqueza de vocabulario ¡ estoy un poco en Cambeses con un vago recuerdo de la cuadra y de pronto me encuentro en ¿ Macondo ? la memoria puede hacer que cambie el nombre ) creí estar dentro de cien años de soledad. Enhorabuena por tu capacidad descriptiva.No sé si es hiperrealismo o realismo mágico pero es mágnifico.

Miguel Bueno Jiménez :

Perdido en la noche encontré el camino con esa luz de mis otras tierras y un texto de ensueño.

Grande ÑoCo

Expresiones
Piedra

Esmeralda :

...y doña Enriqueta en su pizarrín escribió unas palabras que los niños no acababan de entender:
"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper".
Estos niños cuando se hicieron personas de bien, supieron cuanta razón tenía D. Enriqueta.
Señor Relator le pediría por favor tenga a bien dar las gracias a quien proceda (señores de la casa )por no utilizar la aguijada con las vacas, con todas me dolería pero con la penúltima sobre todo tengo una especial conexión.
gracias por anticipado.

.....

Me ha encantado releerlo. En mi niñez la cuadra también era un lugar muy importante, hábitat de las mulas, caballos o burros, se les cuidaba como un preciado tesoro; eran quien les ayudaban en su duro trabajo....
Doña Enriqueta también tenía un rincón al fondo, a la derecha.

Historia entrañable y extrapolable.

Ha sido un placer.
Ps i As

Esmeralda :

Con ese paisaje y esas nubes envolviéndolo todo, no me extraña que Aurelio no tuviera necesidad de hablar y se perdiera en los bosques.
"Todo estaba correcto" "todo en su sitio".

Una maravilla de foto "nubes y claros":
.buena toma
.buen enfoque
.buena luz
.buen procesado
.buen viñetado
.
.

Como me gustaría estar en esa nube ...
Ps i As

El tejón :

Con que gusto he vuelto a leer y disfrutar de nuevo de las fotos de esta entrada,ñOCO, te animaría a reeditarla una vez más.
Yo conozco un Aurelio que aún vive en un asilo en Santander.

ÍndigoHorizonte :

Yo conozco una cuadra así y un lugar semejante. A Aurelio puedo imaginarlo en muchas personas que he tenido la alegría de conocer.

Abrazo, Ñoco.